La Historia del Trotamundos

La Historia del Trotamundos

Su primera aparición fue en el capítulo dieciocho de "El Príncipe de Saturno", llamado, en su honor, "El Trotamundos".

Las lunas del planeta en donde Bella vio que se encontraría el asesino del rey de Saturno, son dos. Una se llama Pheth, y se caracteriza por ser un lugar con comercio y gran actividad de la población, pero por sobre todo es conocida por su actividad nocturna. Es un satélite natural con mucha belleza, puesto que sus tierras son de color púrpura-violeta, y es una región polvorienta, que ha sido el centro de atención de muchos turistas por los paisajes rocosos y cristalinos dentro y fuera de las cuevas que comparten el color y que han atraído a muchos seres en todo el universo por su antigüedad y riqueza en minerales extraterrestres.
Por otro lado, la segunda luna de Hazorath, es una un poco más…conflictiva, aunque la palabra ideal sería "delictiva". Si bien comparten la característica de que la hora pico es de madrugada, bajo el manto de las noches cálidas y la oscuridad del firmamento espacial, en Ceoz no hay ningún paisaje ni zonas con actividad turística en absoluto. Es más, la clase de personas como los turistas, extranjeros, inmigrantes y visitantes, omiten esa luna, y hasta los mismos Hazorathianos la discriminan, puesto que si vas a ese lugar, seguramente estás buscando problemas, o de otro modo, no tienes idea a dónde has llegado.
Este último caso es el de un joven hombre, quien arribó a Ceoz sin saber la clase de lugar que era éste. Al entrar al puerto, le sorprendió la "hospitalidad" de la gente, al no detenerlo ni preguntarle su procedencia, ni tomarle datos, ni nada de lo usual que se hace cuando una nave llega a un puerto planetario más decente. Pero no era hospitalidad, ni tampoco suerte, al contrario. Era una práctica ilegal, algo por lo que tendría que haber sospechado e irse, puesto que seguramente en ese lugar ligaría unos buenos moretones y golpes si pretendía hacerse el buen vecino con los ciudadanos.
Pero el destino ha de ser muy peculiar, casi paradójico en este caso, porque el último lugar en dónde tendría que haber ido, fue el lugar en donde encontró lo que desde un principio estuvo buscando, o donde al menos, se supo orientar mejor. Y eso es porque, si bien uno suele meter a todos dentro de un mismo saco, sí hay gente en Ceoz con buen corazón, gente que no está implicada en asuntos delictivos, ni que aparece en los carteles de "Se Busca", ni que se dedica al tráfico, a los crímenes, a la piratería y a la ilegalidad en sí. Por lo que, al fin de cuentas, más allá de todo el riesgo de estar en un lugar plagado de gente y criaturas así, le vino bien toparse con cierta persona.

Así que, volviendo a su historia, el muchacho llegó a la luna de mala fama con una sonrisa en su rostro. Cualquiera le hubiese dicho que la quitara para pasar desapercibido, pero…viajaba solo. Y es que se había emprendido en un viaje para encontrar a alguien, a una persona muy especial…que podría estar en cualquier parte del universo, pero aún sabiendo eso, no le importó con lo que pudo haberse topado en el camino hasta hallarla, y esto tampoco le hubiese importado. Por lo que él simplemente voló en su maltratada nave hasta que llegó a un lugar que le pareció bueno como para empezar a buscar: el bar de Ceoz. Si hay algo peor que una casona repleta de criminales, ladrones, traficantes, prófugos, vagos, mendigos, sucios y repulsivos seres de todo el universo; es que esa casona fuese un bar, y que estuviesen la gran mayoría, o todos, borrachos. Bueno, esa era la situación; típica, de todos los días, pero la situación al fin.
No es que él no se diese cuenta de que meterse allí dentro fuese riesgoso, o que si no tenía cuidado con lo que decía se ligaría una avalancha de disparos, pero a decir verdad estaba más preocupado pidiéndole al cielo encontrar a quien buscaba que lo demás eran puras banalidades. Era mucho más importante dar con esa persona…que cualquier otra cosa. Ese se había convertido en su más profundo deseo, su motivación para seguir adelante luego de todas las cosas que había vivido…y hubiese hecho lo que fuere por cumplirlo.
Y ese deseo fue el que lo había traído hasta allí, el que ahora lo había arrastrado hasta ese bar, oscuro, ruidoso y asqueroso, y el que para disimular un poco, lo había hecho acercarse a la barra y pedir un trago, como quien no quiere la cosa. El Trotamundos se sentó en una de las pegajosas banquillas, y trató de no hacer mucho contacto visual con los ebrios criminales que reían, gritaban y canturreaban a su alrededor.
Un cantinero con una nariz de elefante y piel verdosa estaba a punto de atenderle, pero otra camarera se le adelantó, no sin haberse fijado antes en la pinta del extranjero.
— ¿Qué le sirvo señor…?—le dijo, incitándolo a que le revelara su nombre
—Llámeme Víctor, señorita…Lis—le respondió, leyendo el pequeño cartelito que colgaba de su uniforme— y quiero un jugo de náxar, si no le molesta…
—En seguida, señor

La camarera le dio la espalda al Trotamundos, quien le había mentido en cuanto a su nombre, y le trajo su bebida en menos de un minuto. Él, se la bebió de una vez, sin respirar, puesto que era su bebida favorita, mientras ella apoyaba sus brazos del otro lado de la barra, observándolo. Cuando hubo terminado, y tras tomar una buena bocanada de aire, le pidió otra a la camarera, y ella le contestó:
—Valla, debe de haber pasado mucho tiempo sin beber nada para pasarse así un jugo de náxar…yo no puedo tomar un sorbo, no me gusta en lo más mínimo…
—A decir verdad, sí, hace mucho que no bebo uno de éstos, no se consiguen en cualquier lado…y le encuentro un sabor…bastante agradable…—"Víctor" le sonrió a Lis, porque sabía que le había contestado la parte que a ella menos le interesaba de su comentario.
Ella le trajo otro vaso, y el tomó un pequeño trago antes de dejarlo sobre la mesa para seguir conversando con la joven muchacha. Era muy atractiva a sus ojos, tenía una sonrisa cautivante y ojos claros, que resplandecían a la luz fluorescente que emitían los electrodomésticos a su espalda. Pero la chica también había visto rasgos interesantes en el viajero misterioso, y había algo más aparte de su apariencia que casi se podría decir que la obligó a atenderlo preferencialmente antes que sus compañeros de trabajo.
El Trotamundos vestía jeans azules, zapatillas blancas, y una chaqueta de cuero, combinando con un sombrero vaquero sobre su cabeza. Era raro ver a alguien vestido con esas ropas terrícolas, más que nada comparándolo con la clase de ropas que vestían los que regularmente visitaban el bar. Pero esa tampoco era la verdadera razón de la llamada de atención que producía en Lis. Ella podría haberlo recorrido con la mirada de arriba abajo, revisar sus pertenencias, conocer su vida y sus memorias, pero aún así no hubiese podido determinar qué era lo que tenía que la atraía tanto hacia él.
Pero yo sé que fue, aunque este no sea quizás el mejor momento para revelarlo. Fue su destino, su futuro…fue la fuerza del ser superior que tiraba de sus hilos, los poderes de Nexoprath, los que lo caracterizaban tan extrañamente. Había algo en él…cierto efecto que hacían los poderes del gran titiritero de esta historia lo que lo hacían destacar de entre todas las personas y seres que ella había visto pasar por ese concurrido bar, pero la muchacha no tenía idea de ello.
—Soy un viajero…estoy buscando a una persona y algo me ha dicho que tenía que pasar por aquí…no sé exactamente porqué pero…supuse que lo sabría al llegar…
—Eres…lo que aquí se le llama un "Trotamundos", ¿no es así "Víctor"?
—Podría decirse, si…
—Y… ¿puedo ayudarte con algo entonces? ¿Buscas a una persona no es así?
—Eso he dicho, sí—le contestó, tomando otro sorbo de su jugo gris claro
—Bueno, quizás debiste ir a Hazorath, en lugar de venir aquí…a menos que busques…—le dijo, agregando lo siguiente con un volumen de voz más silencioso y privado—un prófugo
—Mmm…no, no lo creo. Pensaba ir allí, pero…tuve la corazonada de que me iría mejor si primero pasaba por Ceoz…y yo siempre sigo mis corazonadas, no me han fallado nunca hasta ahora…
Lis lo observó con una sonrisa, percatándose de que estaban hablando demasiado cerca uno del otro, y se puso de pie de inmediato, y se puso a lavar el primer vaso que encontró con el trapo que tenía en su mano. Aunque se había sonrojado, le siguió hablando como si nada hubiese pasado. Encontró que era bastante fácil hablarle, como si se tratara de un viejo amigo o un familiar.
—Bueno, creo que soy la única aquí que tiene limpio su historial, así que…debo ser yo…
Ambos rieron. El muchacho veinteañero terminó su segundo jugo, y dejó el vaso vacío sobre la mesa, el que ella se apresuró a tomar y volverlo a llenar.
—No tengo dinero para pagar otro vaso—le advirtió él
—Descuida, vaquero del espacio, este va por mi cuenta…—y le volvió a sonreír
—Bueno, gracias…Oye, ¿conoces esto? —le preguntó, sacando del bolsillo interno de su chaqueta de cuero negro una pulsera con un dije brillante color turquesa. El diamante brilló a la escasa luz, resplandeciendo más que las mismas luces. Ella contempló la joya, y en efecto, la reconoció.
—De hecho, ya que lo dices…sí, me es…familiar…demasiado, diría yo.
—Lo he llevado a coleccionistas, fabricantes, vendedores de joyas, comerciantes y especialistas pero…solo me han llevado a otros del mismo rubro, incluso a los que me habían derivado con ellos mismos. Y eres la primera que lo considera…familiar.
—Es que estoy bastante segura de que lo he visto en algún lado…espera…creo que sí…aguarda aquí un momento.
La muchacha fue hasta atrás del bar, dónde ella y los demás camareros guardaban sus mochilas, bolsos o las ropas que se sacaban para vestirse con el uniforme. Allí, Lis buscó su billetera, dentro de su bolso, y cuando la encontró, después de revisarla de adentro hacia afuera, la llevó corriendo hacia Víctor.
—Esta—le comentó, mostrándole una foto que guardaba allí, en la que una joven versión de ella posaba junto a un hombre y una mujer con rasgos similares a los de ella—es la única fotografía que tengo de mis padres, y…mira, ¡ahí está! En la muñeca derecha de mi madre, ¿lo ves? Es… ¡es la misma pulsera!

●●●

— ¿El Trotamundos y la muchacha están emparentados? —preguntó el hijo de Nexoprath, al lado de él, mientras ambos miraban la escena como han observado todo lo que les ha sucedido a los exploradores todo el tiempo.
—Eso parece…sabía que encontraría algo, pero…no pensé que sería así. Parece ser que el dije le pertenecía a la madre de la muchacha…
— ¿Es ella la que el Trotamundos ha de buscar? ¿La madre perdida de esa camarera?
—Supongo que sí. Vaya, eso sí que no me lo esperaba. Creí que sería la muchacha misma, pero…supongo que el viaje para ese par recién comienza…—comentó Nexoprath, mientras los dos vigilados charlaban más alegremente y planeaban ir por ella, estuviese donde estuviese—Aunque, a decir verdad, las cosas ahora comienzan a cobrar otro sentido…sí…el destino de esos dos ha dado un vuelco enorme con esa pequeña coincidencia…

Las coincidencias no existen, pero…han coincidido y juntado sus destinos el día de hoy. Ahora ambos tienen un futuro compartido. Para mañana ambos estarán viajando juntos como compañeros…y más que seguro que primero irán a Hazorath…
—Pero si van a Hazorath, no podrán salir, han cerrado los puertos por la búsqueda del asesino…—agregó el muchacho, recordando el fallo que había tenido el Ministerio de Seguridad para asegurarse de dar con el criminal
—Entonces tendré que entrecruzar su futuro con el de los Exploradores…porque es de mucha importancia que el Trotamundos dé con el dueño de ese dije, después de todo, el dueño participa en el futuro de los Exploradores, y ya que ellos están destinados a dar con él, Víctor y Lis podrían aprovechar eso que tienen en común y seguir el camino de los otros, para que todos cumplan en sus cometidos y el destino de todos se cumpla de una sola vez.
— ¿Entonces el Trotamundos tiene partida en la profecía?
—No aún…pero…si el destino así lo quiere, deberé cumplir. Es mi responsabilidad, después de todo, que las cosas se den como se deben dar, y si el destino quiere a Víctor y a Lis en esta historia…allí estarán.

●●●

La segunda vez que apareció en Los Exploradores del Tiempo, fue en "El Destino de la Tripulación", el segundo capítulo del cuarto libro de la saga, llamado "Travesías Por el Universo".

Víctor, un hombre de nombre falso, pero buen corazón, vistiendo ropas terrícolas y un sombrero de vaquero, parecía la oveja negra en un rebaño de seres extraterrestres. O más bien la oveja blanca, ya que ninguno de los presentes tenía buena cara en ese bar mugriento y repleto de criminales ebrios y problemáticos, a excepción de Liz. Ella, de ojos claros y chispeantes, cabello corto y sonrisa angelical, parecía ser una santa en medio de tantos demonios, y es que en verdad era la única allí que valía la pena, la única con motivos nobles para encontrarse en un lugar así: era víctima de las circunstancias. No había sido capaz de encontrar otro empleo que no fuera en ese sucio bar de Ceoz, la luna "negra" de Hazorath, y necesitaba el dinero para mantener a sus hermanos, quienes vivían lejos, en una galaxia distante junto a su tía, y ella se había mudado hacia ese cuadrante, donde había muchísimo más movimiento y posibilidades de empleo y mejor vida que en su hogar. Ella, tan generosa, les enviaba casi todo el mísero dinero que ganaba a la familia que le quedaba, que por diferencia monetaria allá era suficiente para que todos fueran a la escuela y pudieran vivir bien, y a la vez ahorrar para que todos pudieran tener posibilidades de estudiar cuando dejasen lo que aquí llamaríamos "secundaria"; pero ahora…con este muchacho que llegaba, aparentemente, por ella, parecía que las cosas por fin darían un vuelco en su favor.

— ¡Oh, por Dios, no lo puedo creer! ¡Claro que la veo! ¡Es ésta…esto es lo que estaba buscando! —exclamó el, sosteniendo una vieja fotografía y una pulsera una al lado de la otra. Una mostraba a una niña pequeña junto a su padre y su madre, y la otra era una pieza hermosa de joyería que resplandecía aunque el lugar estuviera poco iluminado, y coincidía a la perfección con la pulsera que lucía la madre de Liz en la imagen, en su mano derecha.
— ¡Es la misma! Pero…no entiendo…¿qué es lo que estás buscando? ¿Buscas a…a mi madre? —preguntó la muchacha a su lado, viéndolo fijo, recordando que "El Trotamundos" le había dicho que estaba buscando a una persona y a raíz de ello le había mostrado el objeto con el cuál pretendía encontrarla.
—Bueno…yo sabía que debía encontrar a quien fuera dueño de esta joya, y parece que sí. Si ésta cosa es de tu madre, entonces, me gustaría ir a verla de inmediato—le contestó él, poniéndose de pie.
—Lamento decírtelo, Víctor…pero mi madre ha muerto hace diez años, y mi padre hace dos. Dudo que podamos averiguar algo sobre esto—le dijo ella con pesar
—Oh, vaya…yo lamento oírlo, en serio…debió haber sido muy duro para ti, lo siento. Pero oye, ya hace largo tiempo que vengo buscando esto. Antes de comenzar mi búsqueda yo vivía en un campo y estudiaba una parte teórica de un curso para ser piloto por correspondencia, porque mi padre ya me había enseñado a manejar, y un día alguien se me apareció en frente mío sosteniendo esto mientras yo estudiaba por la noche en mi casa, y me dijo que debía abandonar todo lo que estaba haciendo e ir tras su portador, pues mi destino dependía de ello y solo así encontraría la razón de mi existencia o algo así. Me parecieron tonterías, un palabrerío sin sentido, un delirio, pero aún así, la pulsera seguía donde me la había dejado, como prueba irrefutable, y como tenía muchos deseos de recorrer la galaxia, y salir de aventuras, dejé de estudiar y me fui de viaje. Si yo te contara las interminables experiencias que viví buscando el dueño de esta joya no me lo creerías, ¡pero por fin tengo una pista real, casi tangible de que estoy cerca de encontrarlo! Si vos decís que pertenecía a tu madre y ella ya ha…muerto, entonces, al menos debo saber porqué era tan importante que esto regresara a tu familia, qué significa o que valor tenía para ustedes y porqué se perdió desde un primer momento. ¿Crees que pueda averiguar algo de eso?
—Bueno, yo no lo sé, nunca le había prestado atención y no sabía que mi madre había tenido algo tan hermoso y que parece tan invaluable como lo que tienes ahí, pero…pasaron tres semanas desde la última vez que hablé con mi familia, y tenía intención de visitarlos pronto. Quizás podríamos ir juntos…no sé…¿Qué te parece? —preguntó, anticipando la respuesta del otro por la amplia sonrisa que le regaló.
Poco tiempo tomó para que Lis estuviera lista para irse con "El Trotamundos", pero sí tuvieron que esperar largo rato para obtener el permiso para salir de Hazorath, ya que por esos momentos aún se tenía a todo el sistema bajo vigilancia y rigurosos exámenes de seguridad para evitar que el prófugo asesino del Rey de Saturno escapara. Les revisaron el equipaje, lo que traían encima, la nave de punta a punta, les preguntaron de todo un poco y hasta tuvieron que mentir y decir que eran pareja para que no sospecharan de su reciente encuentro y descubrieran que apenas si se conocían el uno al otro. No deben de malinterpretar las intenciones de ninguno de los dos, puesto que ninguno deseaba hacer otra cosa que ayudar al otro, pero no era por algún motivo en especial, sino porque ambos creían que podían confiar en el otro a pesar de recién haberse conocido. Esa podría tomarse como una creencia que normalmente sería peligrosa, ya que no es que no se pueda confiar en nadie en esta vida, pero uno debe atenerse a ciertas cosas, como meterse en la nave de un extraño y dejarlo conducir, más estando en ese lugar tan repleto de gente en la que uno definitivamente bajo ninguna circunstancia debe confiar ni para darle la hora, pero aún así, tanto uno como el otro lo hicieron sin saber exactamente qué era lo que los llevaba a entregarse, a creer en la palabra del otro. Una hora y media después los dejaron partir, no sin antes ponerles secretamente un rastreador en su nave, y el dúo fijó rumbo a la lejana galaxia de Liz, a la cuál creía que llegarían en aproximadamente diez días. Cualquiera diría que pasar tanto tiempo junto a un extraño sería una excelente oportunidad para conocerse mejor, pero el solo hecho de embarcarse en un viaje así con alguien que uno no conoce es algo que ninguna madre aconsejaría jamás, y ninguna excusaría sin un motivo razonable, algo que ninguno de los dos tenía a ciencia cierta. Era el destino, sin lugar a duda, lo que los llevaba a confiar. "Víctor" sabía que estaba destinado a dar con alguna persona, y si Liz lo iba a llevar a ella, o a saber sobre ella, la seguiría hasta el fin del mundo, pues sabía que esa era su misión. Y luego estaba Liz…ella sí que actuaba sin razón, al menos en parte. No veía las consecuencias que podrían acarrear su decisión, ¿pero qué se le iba a ser? El corazón actúa por razones que la razón misma no entiende, y eso es tanto aquí como en cualquier parte del universo.

Y la tercera vez...será en "Aventuras en el Espacio Sideral"...

No hay comentarios:

Publicar un comentario